Carmina Burana es una de las obras más conocidas del repertorio clásico y, sin duda, la más popular de su compositor, el alemán Carl Orff (1895-1982). Estrenada en Frankfurt en 1937, está basada en una recopilación de cantos medievales encontrados por el investigador J.A. Shmeller en 1803 en un monasterio bávaro, el Convento Benedictino de Beuren. De ahí el título de la obra: los Cantos de Beuren; en latín: Carmina Burana. Orff fue un compositor alemán, cuyo trabajo puede ser enmarcado dentro de la corriente del neoclasicismo musical. Además de Carmina Burana, también es conocido por desarrollar un sistema de enseñanza musical para niños (conocido como Orff Schulwerk o método Orff) que ha tenido notables resultados.

Carl Orff nació en Múnich el 10 de julio de 1895. Su familia era originaria de Baviera y estaba vinculada al ejército alemán. Orff comenzó a tocar el piano a la edad de cinco años y también tomó lecciones de órgano y cello. Sin embargo, se mostró más interesado en la composición que en el estudio orientado a la interpretación instrumental. Por eso mismo, desde muy temprano Orff escribió y puso en escena obras de títeres para su familia, componiendo la música para piano, violín, cítara y glockenspiel para acompañar sus obras. Además, publicó en 1905 un cuento en una revista para niños y comenzó a escribir un libro acerca de la naturaleza mientras, en su tiempo libre, disfrutaba coleccionando insectos.

En 1912, a la edad de 16 años, comenzó a publicar parte de su música. Muchos de sus trabajos de juventud están inspirados en la poesía alemana. Por eso, se pueden clasificar dentro del estilo de Richard Strauss y otros compositores alemanes de la época, pero que ya muestran indicios de lo que sería el distintivo lenguaje musical de Orff.

Tras fundar junto a Dorothee Günther en 1924 la Escuela Günther para gimnasia, música y danza en Múnich, Orff fue jefe de departamento de dicha escuela hasta el fin de su vida. Allí trabajó con alumnos principiantes y desarrolló sus teorías en educación musical, teniendo un contacto constante con los niños. En 1930, Orff publicó un manual titulado Schulwerk, donde comparte su método educativo. Antes de escribir Carmina Burana, Orff editó óperas del siglo XVII.

 

Los autores de los textos antiguos sobre los que Orff compuso Carmina Burana, eran monjes desertores, clérigos vagabundos, conocidos como los goliardos. Las constantes persecuciones emprendidas en su contra hicieron que se relacionasen con gente marginal de la época como los juglares, saltimbanquis y artesanos; todos ellos organizados en “gremios” o “cofradías” por idénticas razones de seguridad. Los monjes vagabundos influyeron en estas cofradías con los tres pilares del conocimiento que dominaban a la perfección: el latín, la poesía y la música. La ironía y la transgresión de toda norma moral y de conducta social fueron los elementos que impregnaron sus poemas.

La colección de textos encontrados por Schmeller en Beuren se cree fue reunida hacia al año 1225. Están escritos en latín y en alemán y después de analizarlos, Orff realizó una selección de los temas más representativos: lo inconstante de la suerte, la primavera y sus múltiples manifestaciones de vida; la embriaguez, el sarcasmo, la ridiculización y los placeres sensuales. Carmina Burana no es una obra fácil, y los resultados, sin ser extraordinarios, fueron sobresalientes. La colección original constaba de 229 poemas medievales escritos por diversos autores europeos y se desconoce quién fue el compilador.

El manuscrito donde están contenidos los versos que como se mencionó fue, encontrado en un monasterio benedictino en la región de Beuren, cerca de Munich, Alemania, está finamente encuadernado en cuero con herrajes, cuidadosamente escrito en letra gótica y con ilustraciones policromadas. El códice está escrito en latín, alemán antiguo y un poco en francés antiguo, y es la más grande colección de su tipo que se conoce. El libro consta de 112 páginas de pergamino. Los textos provienen de diversos puntos de Europa: Alemania, España, Francia, Inglaterra y Suiza, tres quintas partes de ellos son anónimos, atribuidos a monjes goliardos, y sopistas, los otros son de prominentes escritores y religiosos de la época.

En l934 Carl Orff recibió un ejemplar de la primera edición de Carmina Burana. El mismo relató años después este descubrimiento: “En el para mí memorable jueves Santo de 1934, obtuve el libro. En la primera página encontré la ahora famosa ilustración de la Fortuna y la Rueda y debajo de ella los versos O Fortuna, velut luna statu variabilis… (Oh Fortuna, voluble como la luna de estado variable). De inmediato esta imagen y palabras tomaron mi mente por asalto. Visualicé una nueva obra con números corales y dancísticos. El mismo día ya había escrito un borrador de O Fortuna.”

Carmina Burana es sinónimo de placer terrenal, de vino, de amor carnal y de goce por la naturaleza: O Fortuna, velut luna statu variabilis (O Fortuna, eres variable como la Luna). Así se empieza a dibujar su ciclo. Una obra con la que unos van a sentir puro sexo, otros pura religión, un beso o una caricia. Cada cual obtendrá un mensaje distinto. Para muchos otros al escucharla obtendrán emociones y sensaciones como la fuerza, solemnidad, escalofríos, terror y admiración. Asimismo se concentra constantemente en exaltar el destino y la suerte, junto con elementos naturales y cotidianos, incluyendo un poema largo con la descripción de varios animales.

 

La importancia de la serie de textos medievales en los que está basada la obra, es que sencillamente es la más grande y antigua colección de versos de carácter laico del medievo (puesto que lo acostumbrado era realizar únicamente obras literarias religiosas). Una cosa es cierta y debemos aceptarla: nuestros oídos viven en el siglo XXI. La reconstrucción exacta de la música del pasado ha dejado de ser un objetivo, se ha asumido como imposible. Pero aun partiendo de esa premisa, conocer más la historia, leer las fuentes que el azar nos ha legado, nos conecta, nos acerca a ese algo intangible que buscamos cuando miramos atrás.

El inicio y final de la obra, O Fortuna nos habla de la propia Diosa de la suerte, de su caprichoso devenir y su poder de “derribar al fuerte”. Mientras que en la mitología grecorromana, la fortuna tiene un sentido doble de destino y azar, sea éste positivo o negativo y en la Edad Media como Orff llego a comentar: “La Fortuna se había convertido, con todas las consecuencias, en la señora ambivalente de los vaivenes de la vida, y su atributo más prototípico, durante siglos, no podía ser sino una rueda que, girando, enaltece o hunde a todos los seres humanos.”

Con más de sesenta versiones discográficas comerciales, una abundante presencia en bandas sonoras de películas y anuncios de televisión, y cientos de representaciones en todo el mundo cada año hasta la saciedad, la pieza se ha convertido en sinónimo de cualquier cosa catastrófica o devastadora. Su intensidad pura se ha utilizado en innumerables películas de suspenso y a menudo en las escenas más culminantes, para representar la pasión, el caos y cualquier cosa enorme y ardiente. Me gusta pensar en cosas así: ¿por qué podemos imaginar fuego cuando escuchamos esta música? Bueno, tal vez sea porque hemos estado expuestos a las películas que asocian O Fortuna con explosiones.

Pero, entonces, ¿por qué los directores musicales de esas películas eligieron la canción? Debe haber algo más profundo que percibimos en la música. Recuerdo especialmente, ejemplos son el film El Último Tango en París, en la bio película de la banda The Doors, Tiempos de Gloria, La Hija del General, Excálibur, El Exorcista y hasta Michael Jackson lo utilizo en sus conciertos como música de pre-show. Arreglos instrumentales como el semi moderno realizado por Waldo de los Rios son de hacerse notar y también la versión realizada por Ray Manzarek, Carmina Burana se ha convertido en la obra sinfónico-coral más popular del siglo XX aunque de modo asombroso es comúnmente despreciada por un influyente sector de la crítica; los ataques vertidos contra ella y su autor al término de la Segunda Guerra Mundial son en sí mismos un revelador testimonio de los dogmas del discurso vanguardista de la posguerra.

 

Personalmente, me encanta esta pieza por su sencillez y a la vez su dramatismo. Si tuviera que elegir los cinco fragmentos de música clásica más épicos jamás compuestos, creo que O Fortuna de Carmina Burana sería una de ellas. En cuanto a la simplicidad: la melodía es extremadamente básica, tanto rítmica como tonalmente, sin grandes cambios a lo largo de toda la pieza (cuatro notas, a alturas, reiteradas hasta la saciedad, con un ligero movimiento al final de cada frase). Y la armonía es igual de sencilla, casi siempre paralela a la melodía. Pero a pesar de la sencillez de la música, O Fortuna ha cautivado al público desde su estreno; el público no la encuentra aburrida. Es una obra maestra de composición, sencilla pero efectiva.

Orff llevó el lenguaje musical hacia una modernidad singular porque apartándose de las formas tradicionales como el concierto o la sinfonía y utilizando de forma minimalista la armonía o el contrapunto, logra unos efectos directos y contundentes. Él apuesta por la repetición de frases musicales y ritmos, técnica más “primitiva” pero que tiene el poder de atraparnos como oyentes y fijar la música en nuestra memoria. Otras riquezas de su música son los contrastes rítmicos y las texturas sonoras que nos sumergen en atmósferas de misterio y suspenso o en ambientes de paz, ternura o franca comicidad que nos acercan a los intensos tonos del pasado medieval.

Carl Orff murió a la edad de 86 años en Múnich el 29 de marzo de 1982. Su vida atravesó cuatro períodos históricos importantes: El Imperio alemán, la República de Weimar, la Alemania nazi y la Alemania Occidental de la posguerra. Orff fue enterrado en la capilla del monasterio de estilo barroco de Andechs, al sur de Múnich. Su lápida muestra escrito su nombre, las fechas de nacimiento y deceso y la inscripción latina Summus finis (‘El fin más alto‘).

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