Si algo me gustaba de la salida de mi oficina cuando trabajé en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), era manejar por el Eje Central Lázaro Cárdenas rumbo a Tlatelolco y de ahí hacia Azcapotzalco. Primero daba la vuelta desde Avenida Juárez para incorporarme a la avenida a un lado de la Torre Latinoamericana y casi de inmediato está ubicado el Teatro Blanquita. Un minuto más adelante pasabas por la famosa Plaza Garibaldi y dependiendo la hora y si te tocaba la suerte de que el semáforo estuviera en rojo para detener la marcha frente a este lugar, eras abordado con vehemencia por unos personajes peculiares vestidos con rústicos uniformes conocidos como mariachis que te hacían toda clase de proposiciones para que te desviaras un momento de tus actividades y pasaras a escucharlos mientras degustabas alguna bebida espirituosa.

Esta es, al menos en la gran Ciudad de México, la expresión más conocida de la actividad del mariachi y mientras uno huía apresuradamente del lugar al cambiar la luz del semáforo, me ponía a considerar algunas cuestiones interesantes sobre esta peculiar expresión de la música vernácula mexicana. De entrada, está la controversia sobre el nombre en la que dos bandos se disputan la razón. Por un lado están los que afirman que la palabra mariachi es una corrupción del término francés “mariage”, usado porque los mariachis solían tocar con especial frecuencia en las bodas de pueblo. Por otro lado están quienes dicen que mariachi es una síntesis del nombre “María”, el nombre más común para las damas en México y que es utilizado con cierta frecuencia en las letras de los sones de mariachi y al que se le añadió el sufijo náhuatl “chi” a modo de un diminutivo.

Tarde o temprano, la música vernácula tenía que ser utilizada por los jóvenes compositores de la época post revolucionaria que con el auge nacionalista que envolvió al arte mexicano en primera mitad del siglo XX, la música clásica tuvo un repunte en cuanto a producción y grandes obras que ya son conocidas a nivel mundial y dignos representantes de México. Ya hemos hablado en otra colaboración sobre el gran Huapango de José Pablo Moncayo y la influencia del mariachi no podía quedarse atrás y si algún compositor estaba destinado a poner los sones de mariachi en orquesta sinfónica, tenía que ser Blas Galindo, músico nacido en San Gabriel, Jalisco, y muy cercano a las músicas populares de su estado natal. Después de participar activamente en la revolución (o irse a la bola, como se decía entonces) cargando un fusil en una mano y una guitarra en la otra, Galindo regresó a su pueblo para absorber las bases de la música y los sones de su tierra.

A Blas Galindo le tocó vivir en una época en la que se educó al pueblo dentro de una vertiente nacionalista que abarcó las diferentes ramas del arte, incluyendo por supuesto a la música, y con las que se intentó forjar una identidad nacional que como consecuencia buscara brindar una dignificación al mexicano. En la vida de Blas Galindo se conjuntaron una serie de circunstancias (a pesar de sus orígenes humildes) que lo llevaron a ser un compositor prolífico, director de orquesta, pianista, percusionista y maestro.

Blas Galindo fue hijo de Luis Galindo Nieves y Adriana Dimas Casillas y nació el 3 de febrero de 1910 en San Gabriel, una zona del sur de Jalisco en donde existió una fuerte tradición musical, que fue impulsada principalmente por las canciones campesinas y los sones interpretados por el antiguo mariachi. Estudió música con el maestro Antonio Velasco, organista del templo de San Gabriel y al que reemplazó en tal empleo a los 19 años de edad. Posteriormente, en 1931, Blas Galindo se trasladó a la ciudad de México para ingresar en el conservatorio Nacional de Música, donde recibió clases de armonía, formas musicales e instrumentación, piano y creación musical entre otras, con los más destacados músicos de la época, tales como José Rolón, Carlos Chávez, Candelario Huizar, etc.

Fue en ese período y a la par de la realización de sus primeras creaciones musicales, que formó parte del llamado grupo de los cuatro junto con Salvador Contreras, José Pablo Moncayo y Daniel Ayala. Salvador Contreras impulsó entre sus compañeros la idea de reunirse para seguir estudiando, componiendo y presentar sus obras. Blas Galindo había sido designado maestro de música en la Escuela Normal Rural de Mexe, en el valle de Mezquital en el Estado de Hidalgo, donde organizó un pequeño grupo instrumental y una banda de música con campesinos del lugar. Los compositores de esta generación, se distinguieron por dos características específicas:

1. Todos, sin excepción, formaban parte de la naciente clase media y habían tenido una formación musical fuera de lo común (en algunos casos, iniciando sus carreras fuera de la música clásica).

2. Todos cultivaron un tipo de canción que era en realidad una reelaboración de ciertas formas populares preferidas por el compositor Manuel M. Ponce.

La trayectoria de Blas Galindo se vio beneficiada desde que llegó a la capital del país por un fuerte apoyo de Carlos Chávez, su maestro y gran impulsor de su quehacer artístico y de quien recibió una fuerte influencia, adentrándolo al llamado nacionalismo musical. Gracias al maestro Chávez, fue también que consiguió cargos importantes, tales como maestro en el Conservatorio y director auxiliar de la Orquesta Sinfónica de México. En este sentido, conviene decir que Carlos Chávez a su vez fue inspirado por Manuel M. Ponce, (1886- 1948) uno de los más importantes compositores mexicanos que comenzó con la idea de un nacionalismo musical en nuestro país, El maestro M. M. Ponce, fue uno de los músicos que recogió las canciones populares mestizas y realizó arreglos para piano u orquesta, con los cánones estéticos que marcaban en ese momento una época en la cual, el gusto musical se encontraba dentro de los estilos musicales europeos. De esta forma entonces, se “ennoblecía” la música mexicana.

En 1940 Galindo compuso la que al correr del tiempo sería su obra más popular, Sones de Mariachi, concibiéndola primero para una pequeña orquesta que incluía la vihuela, la guitarra y el guitarrón. Esta primera versión de los Sones de Mariachi fue estrenada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en mayo de 1940, bajo la dirección de Carlos Chávez, con motivo de una exposición titulada Veinte siglos de arte mexicano. Así como José Pablo Moncayo que utilizó tres huapangos (o sones jarochos) como materia prima de su Huapango orquestal, Galindo cimentó su partitura sobre tres conocidos sones de su tierra: El zopilote, Los cuatro reales y La negra. De éste último Galindo enfatizó, sobre todo, las brillantes intervenciones de las trompetas.

 

En cuanto a su obra más famosa, Blas Galindo llegó a declarar al respecto: “Sufrimos un poquito para ese proyecto, porque yo hice mi obra con el conocimiento de la música de mi pueblo, y aquí en la ciudad no había músicos que tocaran la vihuela y el guitarrón como mariachis auténticos y que además tuvieran la habilidad de entrar a una sinfónica. Pero ahí entró mi amigo de San Gabriel, el que me llevó al conservatorio en mi primer día en México: Hooombree, yo tengo una vihuela en casa, y luego otro muchacho, también de Jalisco, nos dijo uh pues yo tengo un guitarrón, y luego conseguimos músicos auténticos mariachis y así logré un gran pegue con los Sones de Mariachi, tanto que inmediatamente le pidieron en Nueva York al maestro Chávez que los grabara, la Columbia hizo la primera grabación, en aquellos discos grandototes, y los mandaron a todo el mundo “.

Blas Galindo realizó el arreglo de Sones de Mariachi para una orquesta de cámara e instrumentos de mariachi, por encargo de Carlos Chávez para presentarla en un programa de música mexicana en el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1940. Al año siguiente realizó el arreglo de Sones de Mariachi para orquesta sinfónica. De esta manera Blas Galindo recogió la música tradicional de su tierra natal, el sur de Jalisco, interpretada por el mariachi antiguo, adecuándola para interpretarse con orquesta sinfónica. De esta manera, Blas Galindo introdujo a la “cultura” de las élites un tipo de música que originalmente se interpretaba con un tipo de agrupación musical de carácter popular.

Blas Galindo no fue de ninguna manera indiferente a las condiciones políticas y sociales que se vivían en México en la época que le tocó vivir, pues en la época en que el compositor se encontraba realizando su arreglo de Sones de Mariachi a principios de los años cuarenta, se hallaba al término de su gobierno el presidente Lázaro Cárdenas del Río, quien gustaba del mariachi y que el General lo utilizó para fines políticos ya que en su administración presidencial (de 1934 a 1940) buscó “la unificación de las masas bajo el liderazgo del Estado”, echando mano de las “expresiones artísticas que sugirieran un retorno a las raíces de la mexicaneidad”. Desde su campaña electoral, el general Cárdenas necesitó, entre otras ayudas, de un grupo musical de cuna popular “que se acoplara al gusto de las mayorías, para reforzar su mensaje a las clases trabajadoras y campesinas”. En el mariachi (como conjunto de cuerda sin percusiones) encontró la solución, llegando éste a ser la característica dominante de su empresa política.

El primer arreglo de Sones de Mariachi (pequeña orquesta mexicana, timbales, percusiones, guitarra 6ª, guitarrón, arpa y cuerdas) fue grabado en 1940 en los Estados Unidos por la compañía Columbia Masterworks. Dicha grabación fue dirigida por el maestro Carlos Chávez y llevó por título: “A program of mexican music: Sponsored by the Museum of Modern Art”. Se realizó otra grabación nuevamente en los Estados Unidos en 1964, bajo la dirección de Carlos Chávez.

 

El segundo arreglo para orquesta sinfónica, se estrenó el 15 de agosto de 1941, en el Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México, bajo la dirección de Carlos Chávez. Existen catalogadas seis grabaciones, y ocho reediciones. La primera de ellas fue en el año de 1956 interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la dirección de Luis Herrera de la Fuente. Así mismo, fue grabada por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México en 1985, por la Orquesta Sinfónica de Xalapa en 1986, con la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional en 1992 y finalmente con la Orquesta Sinfónica Nacional en 1993.

Pasaron los años y el día 19 de abril de 1993, un día anterior a la muerte del gran comediante Mario Moreno “Cantinflas”, murió Blas Galindo a los 83 años, víctima del mal de Parkinson, Sin embargo, parece que su labor y aportaciones a la vida cultural de nuestro país y del mundo no tuvieron merito suficiente para que se le rindiera a un homenaje público a diferencia del gran mimo mexicano que tuvo dos homenajes multitudinarios en el Teatro Jorge Negrete y en el Palacio de Bellas Artes. Tristemente, Blas Galindo sólo tuvo una dedicación desangelada de una función de la Orquesta Sinfónica de Minería semanas después de su funeral.

Regresando a los recuerdos en mi auto en el semáforo en el Eje Central y con la luz verde cuando lograbas escapar del acoso de los modernos mariachis de la Plaza Garibaldi y casi para llegar a la plaza de las tres culturas en Tlatelolco, uno podía preguntarse: ¿Algún músico en la Plaza Garibaldi sabrá la existencia de la pieza donde Blas Galindo les rindió homenaje? Nosotros en el Circulo Beatle lo recordamos y le rendimos el justo reconocimiento en estas fiestas patrias. Que su obra sea inmortal y que sea conocida por las nuevas generaciones en México. ¡Viva México!

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