Se cumplió hace una semana 90 años de la tragedia ocurrida en el aeropuerto de Medellín, Colombia que se llevó para siempre a Carlos Gardel y la icónica canción Por Una Cabeza, interpretada por el “Morocho del Abasto” que es una de las piezas más reconocidas del tango, un género musical que se originó en los barrios bajos de Buenos Aires a finales del siglo XIX y principios del XX. La letra de la canción, cargada de emotividad y pasión, utiliza la metáfora de las carreras de caballos para hablar sobre el amor y el juego, dos temas recurrentes en la vida bohemia de la época.

En Por Una Cabeza, Gardel canta sobre la experiencia de perder por poco, tanto en el amor como en el juego. La expresión “por una cabeza” se refiere a perder una carrera de caballos por la mínima diferencia, el tamaño de una cabeza de un caballo, lo que se convierte en una poderosa imagen para describir la frustración y la cercanía del triunfo que se escapa en el último momento. Esta idea se extiende a la experiencia amorosa del narrador, quien se siente atormentado por el amor de una mujer coqueta y risueña que, aunque parece sincera, en realidad está mintiendo. La canción también refleja la naturaleza cíclica y adictiva de estos desengaños; a pesar de jurar que no volverá a caer en los mismos errores, el narrador admite que un simple gesto o mirada puede hacerle olvidar todas sus promesas y volver a arriesgarlo todo, tanto en el amor como en el juego. La música junto a la voz melancólica de Gardel y la instrumentación típica del tango, captura perfectamente la sensación de desesperación y la inevitable atracción hacia aquello que sabemos que nos puede destruir. Por una cabeza es, en esencia, un himno a la pasión desenfrenada y a la dificultad de resistirse a los placeres peligrosos de la vida.

Alimentar el famoso y dilatado mito de que el tango es un obstinado y extenso lamento sin ningún otro fundamento que la queja ociosa, y sin ningún otro efecto que la depresión, es un error que muchos han cometido. Con más de 50 años de tomarle gusto por influencia paterna que adoraba el estilo de Carlos Gardel, al grado que mi padre pidió que para irlo a sepultar se tocara el tango Volver, me he ido dado cuenta que ese mito no es más que infundado. Aportar nuevos fundamentos a esta tendencia que se ha diseminado con insistente arbitrariedad e irreflexión es caer en un terreno yermo y estéril. Mi objetivo en esta colaboración es además de analizar esta gran tango, también es desterrar estas ideas erróneas y revelar el carácter y la hondura filosófica que los tangos reservan a los espíritus más atentos. Es por eso que elegí este tango, Por una cabeza, escrito en 1935 por Alfredo Le Pera (letra) y Carlos Gardel (música), mismo que en la década de los años 90 del siglo pasado tomó “su segundo aire” gracias a la maravillosa escena interpretada por Al Pacino en el película Perfume de Mujer interpretando un papel que le valió su primer premio Oscar de su carrera.

La elección de este tango en mi artículo, uno de las más divulgados y grabados en la historia de la música popular argentina, no es una ocurrencia arbitraria, sino que está motivada por la creencia de que los tangos más difundidos son los más proclives a sufrir una deformación y mala interpretación del contenido de sus letras: Los medios de comunicación modernos –a partir de la proliferación de las redes sociales– han podido demostrar que cuanto más se repite una información, más desgaste sufre ésta, y menos comunica cada vez que la volvemos a oír. Podemos pensar que lo mismo ha ocurrido con algunas letras de tangos.

 

Una de las grandes pasiones de Gardel, las carreras de caballos, quedó reflejada contundentemente en esta canción. Muchos de sus amigos pertenecían a ese mundo de las carreras hípicas, como el célebre jóquey Irineo Leguisamo, los hermanos Tortercio, el cuidador Francisco Maschio y el jóquey Alfredo Peluffo. Gardel, fue propietario de ocho caballos de carrera: Lunático -su preferido, montado por Leguisamo y cuidado por Maschio– La Pastora, Cancionero, Amargura, Theresa, Guitarrista, Explotó y Mocoroa. La expresión “por una cabeza” en la jerga hípica rioplatense, es usada como medida de referencia.

Por otra parte tenemos a Alfredo Le Pera (1900-1935), considerado por la crítica como uno de los mejores compositores de todos los tiempos, es, no sólo por sus indiscutibles dotes de letrista musical o sus trabajos como guionista cinematográfico y autor teatral, sino por haber tenido el mérito de encontrar una asociación maravillosamente fértil con Carlos Gardel. Todo hace pensar que cuando componía, lo hacía para Gardel y éste interpretaba el sentimiento del autor para, entre los dos, perfilar para siempre la esencia del tango: Mi Buenos Aires Querido, El Día Que Me Quieras, Cuesta Abajo, Volver y por supuesto Por Una Cabeza…

Ambos murieron tres meses después de la grabación de este tema en el mismo accidente de aviación en la ciudad de Medellín- Colombia. Gardel era sumamente popular, muy carismático, siempre sonriente. Su deceso causó un profundo dolor entre los fanáticos seguidores del tango y de su obra. Pasados 90 años del suceso, la música y la letra de Por Una Cabeza ya han pasado a dominio público de acuerdo con el Régimen Legal de la Propiedad Intelectual Argentina. Los que han visto la película Tango Bar, rodada en Estados Unidos, recordarán la escena en que Gardel, con su voz impoluta y su gesto sutil pero altamente expresivo, entona las primera notas de este tema. Los matices expresivos del “Zorzal” parecen estar advirtiéndonos sobre la existencia de un subtexto, de algo que no está escrito pero que sí está presente en la letra de Le Pera.

 

“Por una cabeza de un noble potrillo/ que justo en la raya afloja al llegar, y que al regresar parece decir: “No olvides, hermano, vos sabés, no hay que jugar…”.En estos primeras frases no sólo se manifiesta la desilusión de haber perdido en la apuesta sino que además se proyecta el sentimiento del declamador en la figura del caballo. Es evidente que el “noble potrillo” no le dijo: “no olvides, hermano, vos sabes, no hay que jugar” sino que el jugador se lo dice a sí mismo aún sabiéndolo de antemano, intentando auto convencerse. “Basta de carreras, se acabó la timba, un final reñido yo no vuelvo a ver, pero si algún pingo llega a ser fija el domingo/ yo me juego entero ¡Qué le voy a hacer…!” En esta frase está explicita la tensión entre una decisión tomada con anterioridad y la traición a la misma que se hace inmediatamente después, al no poder controlar la pasión por la timba: “Por una cabeza, todas las locuras“. Se trata de la vieja fórmula: “lucha de la razón contra las pasiones“, lo cual nos permite imaginar una mente poblada de fuerzas antagónicas que luchan por la supremacía de unas sobre las otras

Por otra parte, el narrador sabe que si juega pierde a la mujer que ama, pero al mismo tiempo percibe con angustia que más allá de esta barrera no existe nada que le impida volver a jugar: “Por una cabeza, si ella me olvida, qué importa perderme mil veces la vida, para qué vivir“. Cae nuevamente en la tentación, una vez más, y culmina rendido, harto, resignado ante la pasión irrefrenable: “Yo me juego entero/ ¡Qué le voy a hacer!“. Queda claro entonces que no se trata de una situación pasajera y fútil –aunque sí lleva la máscara de éstas–, que no es una simple pintura costumbrista, y que detrás de la trama se esconden profundas reflexiones que no se limitan a ninguna situación particular ni temporal. Puede pensarse, y no es arriesgado hacerlo, que la carrera de caballos es una metáfora de lo que ocurre en el interior del hombre: corridas incesantes en las que amores y odios, miedos y certezas, pasiones y argumentos racionales compiten desenfrenadamente para pisar primero la raya final. Luego sobreviene el dolor de haberse equivocado, pero enseguida la posibilidad de intentarlo otra vez.

Por una cabeza hizo apariciones triunfales en el cine. En La Lista de Schindler (1993) se escucha en dos escenas, esto tal vez porque Gardel la grabó pocos meses antes de su fallecimiento en el accidente aéreo en Colombia tomando la época en que está ambientada la película. El director del filme, Steven Spielberg, utiliza Por una cabeza para dar unidad a dos escenas distintas y complementarias: el tango empieza a sonar sobre un primer plano de una radio, dando lugar a un sonido que narra y ambienta la escena y que acompaña los gestos acompasados de Oskar Schindler (Liam Neeson) que se prepara para el encuentro con los jerarcas nazis, eligiendo con esmero todos los detalles de su vestuario con el fin de impresionarles.

En la sala de baile donde tiene lugar la escena siguiente, a pesar de la presencia de una pequeña orquesta tocando y de algunas parejas bailando, ya no podemos escuchar la voz de Gardel, pues los protagonistas de la película no pueden estar oyendo la voz del “morocho del Abasto” y hablando al mismo tiempo, por si no fuera suficiente, en el escenario hay instrumentistas pero no cantantes. Quizás uno de los personajes que aparecen en la pantalla sí lo esté oyendo: esa melodía podría seguir sonando en la mente del mismo Schindler, como un fondo musical obsesivo que acompaña sus pensamientos totalmente ajenos a la fiesta y la música que le rodean porque está absorto en la observación y análisis de las personas que le interesan.

 

Un año antes del estreno de La lista de Schindler, este tango ya había conquistado al público de la gran pantalla gracias a una de las escenas más intensas del film Perfume de Mujer en el momento en que el protagonista, el teniente coronel Frank Slade (Al Pacino) acaba de conocer a Donna (Gabrielle Anwar), aunque sólo por su perfume, puesto que es invidente. Donna le guía hasta la pista, hacia la que el hombre se dirige con mucha prudencia. El baile empieza tímidamente, pero al llegar al estribillo -que en este excelente arreglo instrumental viene cantado con gran intensidad por el violín sobre un poderoso impulso rítmico del piano- Frank toma las riendas y le da a Charlie (Chris O’Donnell), su joven lazarillo, una lección no sólo de baile sino también de vitalidad y amor a la vida.

Las letras de tango, y sus personajes, son tan universales como el Hamlet de Shakespeare. Ambas hablan del hombre y de su angustia frente a la conciencia de la libertad. Si efectivamente creemos que el arte es un reflejo preciso de las ondulantes y siempre actualizadas inquietudes humanas, entonces debemos ubicar al tango en un sitio privilegiado, analizarlo con la dedicación que se merece, y difundirlo en toda su integridad. Hoy el tango es considerado un patrimonio cultural inmaterial de la humanidad y se practica en todo el mundo, mostrando que algo que inició como una simple expresión de la gente de pueblo que trascendió esas fronteras.

La interpretación de Por Una Cabeza por parte de Carlos Gardel sigue siendo un referente en la música del tango y su legado perdura en el corazón de millones de personas. Su habilidad para convertir el dolor en arte es lo que lo convierte en un verdadero maestro del género. Sea esta colaboración un humilde homenaje post mortem para Carlos Gardel a 90 años de su fallecimiento. Su música y la influencia se han tornado universales al pasar las décadas y como decía su amigo Julio Jorge Nelson, “Cada día, canta mejor”.

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