La música mexicana siempre ha tenido un referente con lo que es la tradición generacional como sonidos que nos ubican en zonas y latitudes donde se expresan los múltiples ritmos, instrumentos, lenguajes, historias y leyendas. Irremediablemente nos conecta con algo donde es casi imposible pasar por desapercibido que es el romanticismo.

A mediados de los años 20 del siglo pasado, los tiempos violentos de la revolución armada parecían desvanecerse en medio de revueltas, un caudillismo convocatorio a luchas internas, una guerra cristera en ciernes y el paso a la construcción de ciudades más grandes, la innovadora industrialización del automóvil y la incipiente radio que empezaba a constituirse como un mueble más en la conformación hogareña.

La radio empezaba a tener voces que ya eran un elemento de cada hogar como la voz del Dr. Tirado o Pedro de Lille o Sordo Noriega. Voces aterciopeladas que llenaban esas noches azules que acompañaban a las familias o a cualquier solitario que, sentado en un mullido sillón, escuchaba los anuncios pertinentes de los patrocinadores para dar paso a programas musicales que llevaban a los mejores artistas de la carpa y el teatro de variedades hasta el recinto de las salas hogareñas.

Fuera del que fue el Teatro Lírico o el Politeama, el público que ya podía pasearse por las vespertinas rutinas diarias sin los sobresaltos de cañonazos y balazos, tenía ya a sus ídolos de cartelera como las que habían sido las vedettes y tiples como María Conesa o la Montealban para dar paso a cantantes como Emilio Tuero, el barítono de Argel, don Pedro Vargas y por supuesto el compositor de voz arrastrada, pero de inmenso romanticismo que creó toda una época: Agustín Lara, el Flaco de Oro.

Su voz, sin llegar a los altos de un barítono, llegaba a tener un estilo muy personal, acompañado por su inseparable piano, una voz que llegaba a los rincones del alma con sus letras emplacadas en una poesía que para algunos, tan cursi como aquellas frases que decían… “y tu piecito sobre aquel cojincito de tul” o “eres flor encarnada en un carmesí tan profundo en mi corazón” hasta las “palmeras borrachas de sol”, mismas que llenaban esas tandas en los teatros donde se presentaba y las ondas hertzianas de la XEW en su programa La Hora Azul que llenó toda una época en los radios de bulbos hasta en los de galena.

Pero no sólo él llegaba a tener esa presencia sino también sus múltiples intérpretes que, en esta ocasión, tengo el honor de escribir esta columna dedicada a la que, quizás, sea la mejor de todas y todos ellos; Antonia del Carmen Peregrino Álvarez, inmensamente conocida como Toña La Negra.

Nacida en el barrio de La Huaca en el cuatro veces heroico Puerto de Veracruz el 2 de noviembre de 1912, allegada sin remedio a ser hija de bohemios músicos cantantes como lo fue su padre Timoteo Peregrino Reyes quien tocaba la guitarra con sus compañeros trabajadores del gremio de cargadores y estibadores del puerto y su madre, doña Daría Álvarez Campos quien cantaba en fiestas y eventos tanto familiares como populares. Su sangre proveniente de Haití por su abuelo Severo Peregrino, le transmitió a su piel ese tono que le debería otorgar ese apodo, que con cariño su público la llegó así a identificar e idolatrarla por décadas.

Casada muy joven y con un pequeño hijo apenas de días de nacido, llegó emigrante a la entonces Ciudad de México, aquel Distrito Federal que ya mostraba características de una gran urbe, repleta de tranvías eléctricos, automóviles, comercios con luces de gas neón, restaurantes y cantinas y aquellos teatros de revista, como así se les conocía, justo donde ella debutó como cantante en el cabaret El Retiro, que se encontraba sobre la calle de Morelos, muy cerca de Balderas. Ahí se le conocía como La Peregrina por su apellido. Estamos hablando de aquel año de 1930, aún con esa lozanía de juventud que apenas llegaba los veinte años. Recorrió los barrios donde estuvieron los más famosos cabarets y teatros de revista, como la colonia Guerrero donde estaban el Salón Colonia, el Salón México y por supuesto el Salón Los Ángeles (donde quien no conoce el Salón Los Ángeles, no conoce México).

Y fue ahí donde conoce al Son Clave de Sol, entonces el máximo exponente del Danzón y la Rumba que donde se presentaba tenía un lleno garantizado y fue para su buena suerte quien al escucharla la llevaría a ser su principal cantante. El contacto con el maestro Lara no fue tan fortuito, ya que la agrupación musical en mención era una de las tantas orquestas que lo acompañaban en su programa en la W. Don Agustín, al escuchar su portentosa voz, con esa profundidad que lo llevaría también a recordar sus orígenes veracruzanos, la llevó entonces a ser su principal intérprete para muchas de sus clásicas composiciones.

 

En ese entonces en una de sus presentaciones la vio don Emilio Azcárraga Vidaurreta, el dueño y creador de la W que acompañado por Enrique Contel, también programador y locutor de la estación más famosa de México la fueron a ver y de ahí la bautizaron como Toña La Negra. Uno de los tantos inventos y propuestas de Azcárraga como ponerle trompetas al mariachi.

La composición Enamorada de Lara, fue la que le dio mayor éxito cuando se presentó por primera vez en la radio. Una composición que le diera una serie de otras más relacionadas con su tierra natal y su origen como lo fue esta que retrataba el sufrir de una raza como pueblo pobre y esclavizado.

 

Cantarles a sitios que la acuñaban en sus orígenes fue una de las joyas que empezó a grabar para discos Peerles que entonces producía para discos de pasta de 78 rpm. No faltaron aquellos éxitos que la marcaron para la eternidad, solícitas constantes de sus presentaciones en cabarets, teatros y en la radio. Veracruz, para muchos el verdadero himno nacional veracruzano, la llevó a tener un sello tan propio, tanto de su autor como de su intérprete, que le dieron vida a la imaginación y a la nostalgia para cualquiera, que, a partir de esos éxitos, se le empezó a conocer como La Sensación Jarocha.

 

Y por supuesto que los duetos y hasta los tríos con los grandes de la música no se dejaron esperar. De las tantas composiciones de Lara llegaron a juntarse con dos voces que ya llenaban los ecos de la acústica de las bóvedas de los teatros, la de Pedro Vargas como la de Toña La negra. Aquí los vemos los tres cantando una máxima del Flaco; Rival, en una participación de la película Aventurera (1950) con Ninón Sevilla y David Silva.

 

En los años subsiguientes, Toña logra firmar para la RCA Víctor para ya empezar a grabar discos de acetato con ocho canciones por lado. Ahí es donde empieza a tener cartelera junto con otros artistas como Gloria Ríos, Pedro Vargas, María Victoria y el propio Agustín Lara.

Las famosas Caravanas de los Artistas fue una de las tantas que la hicieron no solo recorrer toda la república mexicana, sino América Latina. Países como Cuba, República Dominicana, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y hasta llegar a Europa, presentándose en España y en Francia.

Su carácter era a la par de su voz. Malhablada por origen, como buena jarocha, llegaba a tener frecuentes anécdotas como aquella, que, en Mérida, en una de las tantas Caravanas Artísticas bajando del escenario junto con María Victoria, esta curvilínea cantante le picaron con un alfiler uno de sus glúteos. Toña la auxilió y preguntó con sonora voz quien había sido el canalla en hacerlo. Sin embargo, resultaron dos mujeres que confesaron su fechoría al decirle que querían saber si el trasero de María era de verdad. Con lo cual Toña les contestó; “¡pues vayan a picárselas a su chingada madre!”.

La RCA fue la depositaria de sus más grandes éxitos. Ahí están plasmados para la posteridad muchos números como Por Qué Negar, Mentiras Tuyas, Obsesión, Piensa en Mí, Noche de Ronda, Cuando Se Quiere Deveras, Angelitos Negros, Lágrimas de Sangre, Como Golondrinas, Cenizas y Vereda tropical.

Ya más adelante fue Discos Orfeón quien la contrató para volver a reeditar sus álbumes e incluso llegar a grabar para la Sonora Santanera junto con Celia Cruz.

De sus álbumes más significativos fueron para la RCA Víctor: Caleidoscopio Musical con Toña La Negra, Noche Criolla Vol. I y Vol. II, La noche criolla Vol. I, II y III.

Para Orfeón fueron Toña La Negra Éxitos Vol. I y II, Toña La Negra con la Sonora Santanera, Toña La Negra con Pepe Arévalo, Fantasía Musical Caribeña Vol. I, Romance Jarocho, La Sensación Jarocha Vol. I y II.

La RCA Víctor volvió a recuperar los derechos hacia los años 80 y editó varios álbumes compilatorios como Lo mejor de Toña La Negra, Inmortales de Toña La Negra, Las estrellas de la Hora Azul, Lo mejor de lo mejor; Toña La Negra 40 temas originales.

Su vida personal se ligó a dos matrimonios fundamentalmente. El primero fue con el músico Guillermo Cházaro con quien tuvo tres hijos; Ramón, Guillermo y Ernesto. Se separaron en 1946 y no fue sino hasta que el gran bajista y contrabajista Víctor Ruíz Pazos quien la había acompañado en otras organizaciones musicales y generador de una gran amistad, llegó a ser su segundo esposo en un matrimonio que duró hasta 1963. El mismo declara haberse enamorado de su gran y profundo sentimiento y talento para cantar que acompañaba un carácter tan propio y que solo músicos como él podían entender.

Su filmografía tiene un sello por apariciones esporádicas como fue la de Aventurera que ya la mencionamos con anterioridad y su aparición en Música de Siempre de Tito Davison en 1958.

Su alma se despidió de su cuerpo el 19 de noviembre de 1982 dejando un legado en la música romántica tropical y del bolero con una única voz indiscutible y eternamente identificable.

 

Hasta aquí mi columna esperando sus comentarios sin olvidar que

BEATLES 4EVER!!!!

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