Decir Bolero de Ravel, creado por el compositor francés Maurice Ravel, es quizás una de las obras musicales más conocidas del mundo. Ravel es considerado uno de los grandes compositores del Siglo XX. Esta composición fue un encargo de la bailarina rusa Ida Rubinstein (una bailarina de ballet, belleza icónica de la Belle Époque), quien quería montar un solo con música con aire español. El acontecimiento no fue casual, Ravel ya había compuesto alguna partitura para los Ballet Rusos de Diáguilev, y en la que Rubinstein había sido una de las grandes bailarinas.

Maurice Ravel, (Ciboure, Francia, 1875-París, 1937) fue un compositor francés que junto a Debussy, con quien se le suele relacionar habitualmente, es el gran representante de la moderna escuela musical francesa. Conocido universalmente por el Bolero, su catálogo, aunque no muy extenso, incluye una serie de obras hasta cierto punto poco conocidas que hablan de un autor complejo, casi misterioso, que evitaba cualquier tipo de confesión en su música. Un autor que concebía su arte como un precioso artificio, un recinto mágico y ficticio alejado de la realidad y las preocupaciones cotidianas. Stravinski lo definió con acierto como “el más perfecto relojero de todos los compositores”, y así hay que ver su música: como la obra de un artesano obsesionado por la perfección formal y técnica de su creación.

Nacido en el País Vasco francés, heredó de su padre, ingeniero suizo, su afición por los artilugios mecánicos –cuyos ecos no son difíciles de encontrar en su música– y de su madre, de origen vasco, su atracción por España, fuente de inspiración de muchas de sus obras. Aunque inició sus estudios musicales a una edad relativamente tardía, cuando contaba siete años, siete más tarde, en 1889, fue admitido en el Conservatorio de París, donde recibió las enseñanzas, entre otros, de Gabriel Fauré.

Discreto pianista, su interés se centró pronto en la composición, campo en el que dio muestras de una gran originalidad desde sus primeros trabajos, como la célebre Pavana para una infanta difunta, si bien en ellos es todavía perceptible la huella de su maestro Fauré y de músicos como Chabrier y Satie. La audición del Prélude à l’après-midi d’un faune, de Debussy, marcó sus composiciones inmediatamente posteriores, como el ciclo de poemas Schéhérazade, aunque pronto se apartó de influencias ajenas y encontró su propia vía de expresión.

En 1901 se presentó al Gran Premio de Roma, cuya obtención era garantía de la consagración oficial del ganador. Logró el segundo premio con una cantata titulada Myrrha, escrita en un estilo que buscaba adaptarse a los gustos conservadores del jurado y que para nada se correspondía con el que Ravel exploraba en obras como la pianística Jeux d’eau, en la que arrancaba del registro agudo del piano nuevas sonoridades. Participó otras tres veces, en 1902, 1903 y 1905, sin conseguir nunca el preciado galardón. La última de ellas, en la que fue eliminado en las pruebas previas, provocó un escándalo en la prensa que incluso le costó el cargo al director del Conservatorio.

Sin necesidad de confirmación oficial alguna, Ravel era ya entonces un músico conocido y apreciado, sobre todo gracias a su capacidad única para tratar el color instrumental, el timbre. Una cualidad que se aprecia de manera especial en su producción destinada a la orquesta, como su Rapsodia española, La valse o su paradigmático Bolero, un auténtico ejercicio de virtuosismo orquestal cuyo interés reside en la forma en que Ravel combina los diferentes instrumentos, desde el sutil pianissimo del inicio hasta el fortissimo final. Su música de cámara y la escrita para el piano participa también de estas características.

Hay que señalar, empero, que esta faceta, aun siendo la más difundida, no es la única de este compositor. Personaje complejo, en él convivían dos tendencias contrapuestas y complementarias: el placer hedonista por el color instrumental y una marcada tendencia hacia la austeridad que tenía su reflejo más elocuente en su propia vida, que siempre se desarrolló en soledad, al margen de toda manifestación social, dedicado por entero a la composición. Sus dos conciertos para piano y orquesta, sombrío el primero en re menor, luminoso y extrovertido el segundo en Sol mayor, ejemplifican a la perfección este carácter dual de su personalidad.

 

Bolero es un ejercicio de instrumentación y sonoridad, con un crescendo extenso y gradual de más de un cuarto de hora. Fue compuesta y estrenada en 1928 por la bailarina Ida Rubinstein. El tema reaparece múltiples veces, cada vez en una nueva combinación instrumental marcada por un tambor a ritmo de danza bolero: flauta, clarinete, fagot, oboe d’amore, trompeta con sordina, saxofón tenor y luego sopranino, trompa con celesta, oboes con dos clarinetes, trombón, maderas, violines con maderas a los que se suman saxos, trompas y trompetas en el estallido final. 10 años antes de su muerte, la bailarina Rubinstein le pidió una obra escrita expresamente para ella. Ravel pensó en orquestar alguno de los números de la Iberia de Isaac Albéniz para cumplir el encargo sin demasiado esfuerzo.

Con el trabajo empezado se enteró de que el director español Enrique Fernández Arbós tenía la exclusiva para orquestar las obras de Albéniz, esto es, que Ravel se dio cuenta de que había problemas de derechos de autor, por lo que decidió escribir una pieza completamente nueva en un estilo español. Para poder cumplir el encargo del ya que se había hecho a la idea de no trabajar demasiado; escribe un único tema y lo repite desde el principio al final de la obra. Tampoco modifica ni un ápice el ritmo. Fue así que el compositor francés logró componer el impresionante Bolero de 17 minutos y aunque en su momento lo consideró todo un riesgo, finalmente ha sido reconocido como su composición musical más famosa..

La primera parte, la de trabajar poco, ya estaba; faltaba el reto, y Ravel se impuso lograr una obra atractiva usando exclusivamente la técnica de la orquestación. Así nació el Bolero: una acumulación constante de instrumentos que repiten la misma música cada vez más fuerte. Cuando se le acabaron los instrumentos normales de la orquesta empezó a añadir el saxofón, el oboe de amor, la trompeta y el clarinete con afinaciones poco habituales. La graduación del volumen y la brillantez del sonido son tan perfectas que en ningún momento se tiene sensación de monotonía y todo se resuelve en una explosión final.

En un primer momento la obra no tenía el titulo de Bolero sino Fandango, título que había acordado con Ida Rubistein en el primer proyecto. Sin embargo, una vez compuesta la obra, a Ravel el ritmo no le sugería un fandango, pues ésta le parecía una danza demasiado rápida, por lo que decidió cambiarlo por Bolero, otra danza tradicional andaluza que había conocido en sus viajes a España y que le había cautivado por su ritmo repetitivo hasta la obsesión y por la sencillez melódica. Dos cualidades muy presentes en su Bolero.

 

La obra de Ravel no ha tenido que pasar un purgatorio para ser aceptada por los públicos más populares y exigente. El experimento resultó un éxito y desde entonces su gloria ya no tuvo límites. A Ravel le llamaban de todo el mundo para que dirigiera su Bolero que, aunque se estrenó efectivamente como un ballet, en la Ópera de París el 20 de noviembre de 1928 por Ida Rubinstein.

Tal vez Ravel pensó que la obra iba a ser destruía por la crítica como lo mencionó antes del estreno : “Deseo vivamente que no haya ningún malentendido respecto al tema de esta obra. Antes de la primera ejecución, dije que había escrito una pieza que duraba 17 minutos y que consistía enteramente en un entretejido orquestal sin música —en un largo crescendo muy progresivo. No hay contraste y no hay prácticamente invención excepto en el modo de ejecución. Los temas son impersonales —melodías populares árabe-españolas típicas. Y (aunque se haya pretendido lo contrario) la escritura orquestal es simple y directa, sin ningún asomo de virtuosismo”.

El Bolero de Ravel se caracteriza por tener una melodía obsesiva que mantiene un ritmo y un tempo que nunca cambian y con un ostinato en do mayor constante en el que solo varían los elementos de orquestación en un crescendo de principio a fin.Tal es la atracción que produce esta obra, que ha sido utilizada incansablemente por los creadores de danza de todos los estilos, incluso utilizada para spots publicitarios, en cine, aunque tal vez entre los más recordados está cuando el Bolero suena en la película 10, la Mujer Perfecta (1979) mientras el personaje interpretado por Bo Derek seduce al personaje de Dudley Moore. y hasta en videojuegos, incluso el gran mimo mexicano Mario Moreno “Cantinflas” lo utilizo como tema de una de sus películas aunque cambiando su titulo en una especie de parodia a “El bolero de Raquel”.

Los últimos años de Maurice Ravel fueron una verdadera tortura. Era casi un muerto viviente, incapaz de comunicarse con el exterior. Insomnio, fatiga, pérdida de movimiento en las manos, fases de amnesia y afasia. Pero al mismo tiempo perfectamente consciente de que estaba perdiendo vocabulario, que era incapaz de recordar cómo se escribía una carta y que miraba impotente a los muchos admiradores que le tendían un papel y un lápiz en busca de un autógrafo. Cuando por fin los médicos decidieron operarle, para intentar abrir la espesa niebla que rodeaba su cerebro, sólo consiguieron sumergir a Ravel en una dulce agonía de ocho días, tras la que murió, el 28 de diciembre de 1937.

En contra de los pronósticos poco optimistas del propio Ravel, el Bolero se impuso en los programas de las orquestas y desde los conciertos pasó a los medios de difusión, a los más característicos del siglo XX. Se vaticina que cada día, en algún lugar del mundo se interpreta, representa o se emite por algún medio de comunicación el Bolero de Ravel., al escucharla más de uno pensamos en nuestra fantasía mas erótica envuelta en esta grandiosa obra. Un deleite para la mente y los sentidos.

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