El llamado Festival de Rock y Ruedas celebrado en el mes de septiembre de 1971 en Avándaro, en el Estado de México, ha sido uno de los momentos más importantes en la historia del rock en México. Para ese entonces el sentir de la juventud mexicana era de incertidumbre, debido a los hechos violentos en contra de estudiantes ocurridos primeramente en Tlatelolco en 1968 y después con el infame “halconazo” sucedido en junio de ese año 1971. Además los jóvenes estaba ávidos de reunirse para escuchar música. Un rock con el cual identificarse; los llamados cafés cantantes comenzaron a proliferar, llegó la famosa Onda Chicana e inició un cambio musical-social, del cual ya se ha escrito en este mismo sitio: https://www.elcirculobeatle.com/contracultura-en-el-rock-mexicano-avaaaaandarooooooo-a-51-anos

Lamentablemente a diferencia de los festivales norteamericanos, como el Monterey Pop Festival de 1967 o Woodstock en 1971, en donde existe un registro fílmico de estos, aquí en México el Festival de Avándaro carece de un archivo completo en película, pese a que se filmó y se grabó el festival para salir al aire por televisión, el material es muy poco. Lo sucedido en Avándaro se ha transmitido, no solamente a través del poco pietaje existente, sino que también en libros que registran las anécdotas narradas por los organizadores, así como del público que atestiguo ese evento. Con todo esto llega la película Autos, Mota y Rocanrol,  una comedia mexicana que nos deja ver, de una manera divertida, los pormenores de ese accidentado festival de rock.

Autos, Mota y Rocanrol (2025), del cineasta José Manuel (JM) Cravioto (egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la Universidad Nacional Autónoma de México), quien ha dirigido cintas como Olimpia (2019), Malvada (2022) e Invitación a un Asesinato (2023), entre otras, nos presenta una película hecha a manera de falso documental que nos lleva a la preparación de una carrera de autos en el Estado de México que poco a poco se irá transformando en un evento de rock que se saldrá de control y terminará como un festival rockero que hasta la fecha sigue como un referente de la subsiguiente “persecución” al rock mexicano.

Con guión del propio director, junto con Christian Cuevas y Ricardo Farías, la película nos presenta al publicista de la empresa McCann Erickson, Justino Compeán, “el chaparro” (interpretado de una manera agradable por Emiliano Zurita) el cual decide asociarse con su mejor amigo de la universidad y amante del automovilismo, Eduardo López Negrete, “el negro” (Alejandro Speitzer) para realizar una carrera de autos con la finalidad de regresar el automovilismo a México, para esto deciden documentar todo en una película que está a cargo de un joven director de nombre Servando (Juan Pablo de Santiago) y que servirá como testimonio de lo que se planeó como un gran evento que además se transmitirá por televisión.

El montaje vertiginoso de la película hecho por Martha Poly Vil, nos muestra a los personajes buscando patrocinadores para costear su carrera de autos (con divertidas referencias a Chabelo o la hermana de Víctor Hugo O´Farril) por lo cual al ver que sus esfuerzos no cumplen con la meta planteada, se sacan de la manga la participación de números musicales con algunos “conjuntos” atractivos para cierto público – pese a su  desconocimiento por los gustos de la juventud mexicana – y con esto convencer al presidente de Coca Cola México, Vicente Fox (bien interpretado por Alex Peña), de aportar su patrocinio,.

 

Por una parte la cámara sigue a Justino Compeán quien busca, en cafés cantantes y bares, qué artistas presentar en televisión durante los tiempos muertos en la carrera y así justificar los patrocinios en la transmisión televisiva, mientras que el negro López Beltrán hace lo suyo para conseguir los autos que se exhibirán y los permisos por parte del gobernador del Estado de México.

Pero todo se saldrá de control cuando Compeán recurre al promotor Armando Molina (Inais Guerrero) quien le consigue más grupos de lo planeado y además enfrenta al rockero chicano, conocido como El Brujo (Ruy Senderos) que no sólo le enseñó a tocar la guitarra a Carlos Santana, sino que además quiere cobrar mucho dinero y trata de boicotear el festival; por otra parte al hacerse el anuncio del concierto los boletos disponibles se agotan y llegado el día del evento arriban miles de jóvenes que se meten al lugar sin pagar su entrada para presenciar a los grupos que tocarán como Peace and Love, los Dug Dug´s, Epílogo, Tinta Blanca, Three Souls In My Mind, entre otros. El director Cravioto sabe meter a más personajes clave que fueron partícipes dentro de la organización de Avándaro como Carlos Alazraki (Carlos Basabe), el ahora innombrable Luis de Llano de Macedo (Iván Lipkies Barro) y Alfonso López Negrete (Enrique Arrizon), por mencionar algunos. La dirección de los actores está contenida sin jamás llegar a la parodia extrema o la farsa y eso se agradece.

La película de forma ingeniosa maneja un minimalismo en muchos momentos, sus locaciones son cerradas (casas de los personajes, oficinas, estacionamiento, fuente de sodas muy colorida, pero filmada en blanco y negro “para abaratar costos”) y sólo vemos el campo de Avándaro previo a la malograda carrera y durante el concierto que se vuelve toda una locura, con una excelente recreación del escenario y de los objetos que rodean al festival y por su puesto la toma de la foto para el poster oficial (“aquí no veo ningún carro”).

Si en algún momento películas como La Verdadera Vocación de Magdalena (Jaime Humberto Hermosillo, 1972) utilizó pietaje del festival, filmado por gente de la UNAM y particulares, para colocar al personaje de Angélica María sobre la tarima de Avándaro (existe una simpática referencia en la cinta de Cravioto), aquí el director emplea también material fotográfico y películas originales para rodear a sus personajes en cada lugar estratégico, como en el escenario y dentro del campo rodeados por “jipitecas”, con efectos especiales efectivos que nos meten dentro del ambiente caótico del festival. Cravioto, además sabe cómo manejar la secuencias con el ejército, los policías y la tensión que provocó su presencia (“seguramente mis hijos andan por aquí”) y se muestra en una escena esplendorosa a la famosa encuerada de Avándaro (Gabriela de Montserrat) que deja boquiabiertos a todos. Pero el cineasta va más allá de lo sucedido en el festival y nos deja ver su repercusión en la sociedad, para esto emula la prensa de la época que condenó al festival y a sus organizadores (“no fue un festival de autos fue de motos”) en publicaciones como el periódico La Prensa o la revista Alarma, así como la vigilancia policíaca sobre Compeán y López Beltrán que los lleva a negociar con las autoridades para finalmente ocultar todo el material referente al festival e igualmente el presidente de Telesistema Mexicano, Emilio Azcárraga, reclama su archivo televisivo.

En Autos, Mota y Rocanrol, el director J.M. Cravioto se atreve a tocar un tema que para muchos rocanroleros mexicanos es sagrado, lo sabe llevar a la pantalla y realizar una ficción agradable y eficiente, producida por el mismo Justino Compeán (quien además hace un cameo), que nos advierte desde un principio que la cinta está basada en “hechos reales y otros no tanto”. Con esta frase la película es una ejercicio honesto que nos recuerda lo importante (y caótico) que fue el llamado Woodstock Mexicano, un festival organizado por un par de jóvenes emprendedores que solamente buscaban realizar una carrera de autos, una festividad que se salió de control y terminó como una de las grandes historias dentro del rock mexicano.

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