“Una chica sabia conoce sus límites,
una chica inteligente sabe que no tiene ninguno”
Marilyn Monroe

 

Como si fuera la versión femenina de Vincent Van Gogh, esta infortunada mujer no brilló mucho en casi nada mientras estuvo viva. No fue un actriz sobria a lo Bette Davis, ni escaló peldaños como cantante a lo Ella Fitzgerald. Su cenit fue fugaz. Incluso podía atreverme a decir que no hubo cenit y toda la imaginería poética atribuida a su figura corresponde exclusivamente a la épica lujuriosa dedicada a los muertos, dada por críticos que aun no nacían cuando ella murió y donan elogios porque saben que el destinatario no va a fruncir el ceño ni hacer una declaración descalificando el contenido cuando los lea o escuchará la salva de adjetivos grandilocuentes y la prosa espumosa de los fans.

Marilyn Monroe (1926-1962) es considerada el icono sexual femenino más famoso de todos los tiempos y su presencia como protagonista en una película es ahora motivo de culto. Participó en 20 cintas entre 1947 y 1952, en dos de ellas como protagonista (Ladies of the Chorus, 1948 y Don’t Bother to Knock, 1952). Pero no es hasta Niágara (1953) cuando empieza su ascenso vertiginoso, con 11 películas hasta The Misfits (1961).

Que si era sexy, que si era inestable, que si era o no buena actriz, que si tenía éxito o problemas con los hombres… pocas veces se atiende a la figura de Marilyn Monroe exclusivamente como cantante. Y sin embargo uno aprecia mucho un puñado de sus canciones, cómo las cantaba y las representaba en algunos números musicales muy memorables y que en esta colaboración es mi intención recordarla en dicha faceta a casi 63 años de su muerte.

Marilyn cantaba muy bien, con mucho gusto, sensualidad y entrega. Sin tener lo que se suele considerar una ‘gran voz’, daba un sentido de la intimidad y una credibilidad superlativas a una serie de canciones estupendas de la gran era en que el jazz formaba parte natural de la música más popular. En esos años 50 esplendorosos en estándares muchas veces transmitidos a través del cine, la voz y la forma de interpretar de Marilyn Monroe lograron grandes momentos.

El tono de voz de Marilyn brincaba como un pececillo juguetón entre las notas. No desafinaba, pero tampoco era algo despampanante. Todo en un término medio imprudente que hubiese, en otra actriz menos acosada, provocado más recelos que atenciones. A Marilyn Monroe se le consintió casi todo. Incluso morirse en esa edad tan mitificable a sus escasos 36 años. Cole Porter no escribió su canción My Heart Belongs to Daddy pensando en la rubia de oro, pero es la versión más perdurable. Su inocencia vocal, su inseguridad casi profesional le labró un porvenir fiable en el show-business de los discos de vinilo y CDs.

Interesaba más su imperfección grata que los registros impecables de la voz de otras damas de la canción. A pesar de eso, Marilyn Monroe facturó algunas canciones soberbias como Diamonds are a Girl’s Best Friend o la anterior mencionada My heart belongs to daddy, que parece ser susurrada al oído, en lugar de ser cantada; que sugiere y provoca como un lascivo picotazo de sensualidad pura. Así era Marilyn, aunque conste en el imaginario popular el Happy birthday, Mr. President contaminado de promiscua belleza, exento de corrección política alguna y convertida (es mi caso) en la canción que siempre soñé para todos mis cumpleaños en vez de la versión de las mañanitas de Pedro Infante o de Cepillin, Iluso.

Si tus recuerdos de Marilyn Monroe como cantante consisten principalmente en esa interpretación entrecortada de Happy Birthday, Mr. President ofrecida a John F. Kennedy o temas estridentes como Diamonds Are A Girl’s Best Friend, entonces te sorprenderá saber que hay un movimiento en marcha para reexaminar su vocalización. Según un artículo reciente del New York Times, muchos expertos están volviendo a escuchar parte del material que dejó atrás, y parece que su canto, al igual que su actuación, fue mucho mejor de lo que se le atribuyó durante su vida.

Una cosa es cierta. Se tomó la música en serio, pasó mucho tiempo con profesores de voz y también estudió a los grandes, como Ella Fitzgerald. De hecho, le ayudó a allanar el camino para que Fitzgerald apareciera en clubes previamente restringidos y las dos se hicieron muy buenas amigas. En años posteriores, Fitzgerald siempre le dio crédito por haberla ayudado a avanzar en su carrera.

Incluso en las primeras películas de Marilyn, a menudo encontraba oportunidades para cantar, y aunque profesionales como Marni Nixon ocasionalmente doblaban algunas notas aquí y allá, la mayor parte de lo que escuchamos era la voz real de la estrella. Continuó cantando en una sorprendente cantidad de películas a lo largo de los años, y esas actuaciones demostraron una voz que variaba mucho pero que tenía un verdadero talento detrás.

Como la mayoría de los cantantes (y también los no cantantes), su voz se volvió un poco más ronca a medida que crecía, pero podía llevar una melodía y entregar buenos resultados. Su característica más notable a mi entender es que a menudo se mostraba vacilante, especialmente en los primeros pasajes de estándares como A Fine Romance y When I Fall In Love. Ella estaba en su mejor momento cuando marcó el tono temprano y se mantuvo en él, como con River Of No Return, que fue lanzado como sencillo y le fue muy bien.

Pero ella seguía siendo Marilyn Monroe, y en una cita de Collier’s Magazine de 1954, lo explicó así: “No estaré satisfecha hasta que la gente quiera oírme cantar sin mirarme. Por supuesto, eso no significa que quiera que dejen de mirarme”.

Hay cinco piezas que son dignas de ser mencionadas en caso de que les interese comenzar a profundizar en las grabaciones que dejó para la posteridad está mal lograda estrella rubia:

1. My Heart Belongs To Daddy, de la película Let’s Make Love- 1960, de George Cukor

La extraordinaria canción (una de tantas) es de Cole Porter, la mezcla de inocencia y sensualidad de Marilyn, la cara de contenida fascinación de Yves Montand, la iluminación del número musical con la que ese grupo de hombres que rodea al mito queda casi siempre en la sombra…todo se conjuga para que Marilyn aparezca en todo su esplendor. Es su última película musical, y la penúltima que completó, luego solo quedó “The Misfits” y las escenas que logró terminar del film “Something’s Got To Give”.

 

2. Diamonds Are A Girl’s Best Friend, de Gentlemen Prefer Blondes – 1953, de Howard Hawks

La maestría de Howard Hawks en el western y la comedia también se reveló en los dos únicos musicales que hizo, y brindó a Marilyn su número quizás más emblemático, por lo que contiene de lujo, esplendor y seducción. Una de tantas canciones surgidas en musicales de Broadway que quizás hubieran pasado desapercibidas si el cine no las hubiera inmortalizado. Una coreografía que literalmente pone todo, hombres, mujeres y diamantes, a sus pies y que posteriormente sería para mi parodiado por Madonna en su infame Material Girl.

 

3. River of No Return, de la película del mismo nombre – 1954, de Otto Preminger

Aquí no hay coreografía alguna, sólo la belleza y la melancolía de Marilyn en una canción sencilla y preciosa. De nuevo rodeada de hombres a sus pies, pero en estricto silencio, cowboys inmovilizados, fascinados por ella. Una de sus películas que suelen ser menos valoradas, aunque tiene momentos sublimes como este, y no es el único. Buen momento para recordar que la filmografía de Marilyn es muy notable: quitando algunas de sus comienzos con pequeños papeles, casi todas sus películas son más que interesantes, aunque el tópico de frivolidad e inconstancia que la rodea parezca indicar lo contrario.

4. I Wanna Be Loved By You, de la película Some Like It Hot- 1959, de Billy Wilder

A pesar del tono cómico que contiene, con Tony Curtis y Jack Lemmon en una orquesta de señoritas, y de que la canción es en principio un poco simplona, todo tiene un encanto tremendo. Una vuelta de tuerca a ese número con cantante de music-hall que “adornaba” tantas películas de la década anterior, los años 40, y especialmente el cine negro, que en parte homenajeaba/parodiaba la película de Wilder.

 

5. Two Little Girls From Little Rock, de Gentlemen Prefer Blondes – 1953, de Howard Hawks

Otro número delicioso de Gentlemen Prefer Blondes, en el que se comprueba que Marilyn funcionaba también muy bien en dúo, con una Jane Russell asimismo esplendorosa. Y abordando una clásica figura del musical, la de la chica de pueblo que va a la gran ciudad a buscarse la vida como corista…y quizás un marido rico.

Por último mencionare que teniendo en mi colección varios libros, LPs y CDs con la voz de esta rubia inmortal (fue uno de mis primeros amores platónicos), haré un pequeño un paréntesis en esta colaboración para comentar algo relacionado con The Beatles, es una anécdota personal del año de 1998. En ese año George Martin realizaba su despedida como productor musical con un álbum llamado “In My Life”; en dicho álbum varios artistas rindieron tributo al conocido quinto beatle interpretando covers producidos por Martin sobre canciones del cuarteto de Liverpool. Para un servidor fue de un impacto tremendo cuando al escuchar el CD, me topé con el cover de la canción A Hard Day´s Night interpretado por la actriz Goldie Hawn. La escuche con un tono de voz muy parecido por no decir casi idéntico al de Marilyn Monroe. El arreglo musical parece incluso realizado del mismo estilo de las canciones que interpretaba Marilyn. Si no lo han escuchado, les recomiendo escuchar “Diamonds are a Girl´s Best Friend” con Marilyn y después escuchen “A Hard Day´s Night” con Goldie y sé que se van a sorprender tanto como yo.

Han pasado casi 62 años desde que Marilyn dejó este mundo en la flor de su juventud. ¿Quién era realmente? ¿Una diosa del sexo? ¿Un mito de celuloide? ¿Una actriz infravalorada? ¿Pésima cantante para los críticos? ¿O, sobre todo, una criatura insegura, neurótica y desdichada que solo vivió 36 años? Al final de sus días, ni siquiera ella lo sabía cómo podemos sentirlo cuando dio esta declaración: “Siento como si todo lo que me pasa le sucediera a alguien situado justo a mi lado. Estoy cerca. Lo siento. Lo oigo, pero no soy realmente yo”. Tal vez ese sea el destino de todos los que dedican su existencia a encarnar personajes de ficción o de estereotipo. La imaginación y seguir estándares de moda son una fuente de vida y glamour, pero también una gran depredadora que te puede devorar inclemente como le paso a Diosa de oro del celuloide.

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