Los que me conocen saben que mi director de cine favorito es Stanley Kubrick, sus obras son fascinantes y le puedes descubrir detalles y más detalles cuando vuelves a ver sus películas. Es interesante ver las reacciones de la gente cuando ven una reseña o recomendación sobre el filme de Kubrick, 2001: Una Odisea del Espacio; muchos se encogen de hombros y prefieren darse la vuelta al considerarla compleja y aburrida, para otros como los amantes de la astronomía y la ciencia ficción, es ya una película de referencia y culto. Este filme es una de esas películas que me han impactado profundamente desde la primera vez que tuve ocasión de verla cuando contaba con doce años de edad y mi hermano mayor la rentó en formato Beta en un videoclub.

Desde sus primeras escenas hasta su final, quedé fascinado y con “2001 dudas” respecto a todos los mensajes e interpretaciones de las secuencias filmadas. Las imágenes, la música, su extraño argumento, los personajes, entre los que se encuentra el fascinante computador HAL 9000 (Kubrick pensaba poner las siglas IBM, pero al no tener los permisos, eligió las letras anteriores, IBM=HAL), la excitación aún mayor de las secuencias que muestran al astronauta David Bowman en su descenso a Júpiter, el misterioso monolito que va apareciendo en distintos momentos de la película y finalmente el bebé cósmico. Todo me mantuvo sentado al filo del sofá frente al televisor en la casa. La volví a ver algunos años más tarde a mis diecisiete años, y experimenté el mismo grado de admiración y desde entonces, perdí la cuenta cuantas veces la he vuelto a ver experimentado sensaciones de asombro como en la primera vez. Con las escenas del vuelo de la nave espacial Discovery, la ciencia ficción lograba su mayoría de edad, aunque más que una aventura espacial, se trata de un viaje de iniciación mística, cuyo significado, como decía Arthur C. Clarke, el autor del relato que se adaptó para la película, “hay que buscarlo más allá de las estrellas”.

Estamos ante una película esencialmente de mensajes visuales y en la que la música juega un factor también decisivo. Estas dos variables se interrelacionan sugestivas y provocan un fuerte sentimiento de asombro ante un infinito que se revela ante nosotros como una presencia majestuosa, misteriosa y fascinante. 2001: Una Odisea del Espacio es una obra onírica, visual en la que la contraponen lo humano y lo trascendente. En las primeras etapas de producción del filme, Kubrick había encargado la partitura para la banda sonora al compositor de Hollywood, Alex North, quien ya le había demostrado a Kubrick sus capacidades después de haber escrito las partituras de sus filmes Spartacus y también Dr. Strangelove. Alex completó el trabajo para Kubrick y por una enfermedad que lo tuvo ausente y le tomo algunas semanas más de lo previsto, al final sólo presentó su partitura ya grabada para la edición de la película, según las indicaciones de Stanley.

Sin embargo, Kubrick, quien tenía fama de impaciente, no pudo esperar el retraso que North estaba teniendo por la enfermedad y tomó una decisión definitiva para su película: Decidió probar las escenas filmadas junto a piezas de música clásicas de Strauss, Ligeti y Khatchaturian a modo de marcadores temporales mientras North recuperaba su salud y entregaba el trabajo encomendado. Pero Stanley Kubrick no era un genio que se permitiera seguir los cánones y reglas del cineasta típico y durante el proceso de post producción, tomó otra audaz decisión al abandonar definitivamente la música de North en favor de utilizar las obras clásicas que ya había estado usando durante la edición temporal. El director ya tenía decidido sin externarlo, que esa era la música ideal para su película durante el mismo proceso de rodaje. Su decisión fue catalogada posteriormente como una jugada magistral. Evidentemente, hoy en día resultaría inimaginable 2001: Una Odisea del Espacio sin Así hablaba Zarathustra o El Danubio azul, precisamente porque todos asumimos que Kubrick, en su desmedida ambición conceptual, quiso convertir su película en una obra atemporal que contuviese reminiscencias artísticas surrealistas, no necesariamente ligadas a lo que se hacía generalmente en el cine de aquellos años a nivel conceptual o musical. Antes de cerrar la producción, North recibió sus honorarios correctamente liquidados y esperó el día del estreno mundial en Nueva York que sucedió el 12 de abril de 1968. El compositor asistió a dicha premiere queriendo comprobar cómo había terminado Kubrick de ensamblar su trabajo musical en su ausencia con las secuencias filmadas.

En el estreno, la pantalla mostraba inicialmente un desierto de hace cuatro millones de años. Un grupo de primates descubría la presencia de un extraño monolito negro. De fondo sonaba el tema Así hablaba Zarathustra de Richard Strauss. Alex North pensó que quizá aquello era una introducción musical elegida por Kubrick. Pero según avanzaba la película el compositor tuvo claro que su música no se escucharía en ningún momento del filme. North se sintió dolido y humillado. No sólo porque él había compuesto una excelente banda sonora, sino porque Kubrick ni siquiera se había dignado a informarle de que no pensaba utilizarla en la película. El compositor abandonó la sala sin finalizar la proyección mientras, en la pantalla, la nave Orión volaba hacia la luna a los compases de El Danubio Azul de Johann Strauss.

El enfado de Alex North era justo y admitió sentirse destrozado, pero nadie podía reprocharle a Kubrick la elección de música clásica para 2001: Una Odisea del Espacio, porque resultó todo un acierto. En pocas películas la simbiosis entre música e imágenes es perfecta, la música se convertía así en parte del guión mismo. Un ejemplo es el observar a las naves espaciales moviéndose por el espacio al ritmo de vals de El Danubio Azul, esto convierte la escena en un elegante ballet que resulta fascinante para el espectador. Así, mientras la banda sonora final de la película era celebrada y alabada en el mundo entero, la música fallida de Alex North se convertiría en un mito. Los pocos afortunados que la habían escuchado aseguraban que era una obra innovadora que podía hallarse entre las mejores de su creación. Muchas veces se dijo que Alex North pensó en convertirla en una suite de concierto y grabarla, pero nunca lo cristalizó, ya que se sentía insultado por el engaño de Kubrick. North falleció en 1991 y poco antes de morir encargó a su amigo Jerry Goldsmith que grabara su partitura y esto finalmente se hizo, estrenándola en directo en un concierto celebrado en Sevilla en 1993.

Sin embargo, no todo resultó un camino terso para Stanley Kubrick en su audaz decisión de utilizar la música de grandes maestros sin autorización; sobre todo del que seguía aún con vida al momento del estreno de 2001: Una Odisea del Espacio, hablamos del gran Gyorgy Ligeti. Es famosa la anécdota de la demanda posterior que interpuso contra Stanley Kubrick por utilizar su música sin los permisos. Le exigió en la demanda la abusiva cantidad de un dólar por los daños causados y una disculpa pública. Está claro que para Ligeti el problema no era el dinero que pudiera ganar Kubrick con la película, sino el hecho de que no le hubiera pedido permiso para utilizar música de su creación. Kubrick perdió la demanda y tuvo que pagar el dólar y reconocer que actuó con dolo al no pedir los permisos de Ligeti, aunque posteriormente zanjaron sus diferencias pues volverían a colaborar años después cuando Kubrick utilizó su música, ahora sí con los permisos correspondientes, primero para El Resplandor y posteriormente para secuencias de su última película Ojos Bien Cerrados.

 

Hagamos ahora un recuento de las obras clásicas utilizadas por Kubrick en 2001: Odisea del Espacio. Al ver la película, el espectador acabará sintiendo que el soundtrack si está escrito ex profeso para el filme. Para un servidor hay cuatro instantes maravillosos que son sublimes en la conjunción de imagen y música:

Así hablaba Zarathustra de Richard Strauss

Las diseños espaciales de 2001: Una Odisea del Espacio no incluían referencias para su musicalización. Sin embargo, la fortuna le sonrió a Kubrick cuando entró en la etapa de edición final y al analizar la variedad de melodías clásicas que había usado como marcadores de posición temporales, vio que no sólo funcionaban, sino que eran perfectas. Afortunadamente, la percepción poco común de Kubrick llevó a la decisión de usar Zarathustra, un poema de tono majestuoso que ahora es completamente inseparable de su uso en la visión de Kubrick; de hecho, es una de las piezas clásicas más reconocibles del mundo estrictamente gracias a 2001: Una Odisea del Espacio. Incluso en México se utilizaba en las cortinillas de televisión para la cobertura de la llegada del Apollo 11 a la luna

El Danubio Azul de Johann Strauss II

Después de la hermosa arrogancia de Zarathustra como introducción de su película, Kubrick utilizó el vals nupcial El Danubio Azul para acompañar el salto de la película al futuro después de ver a los antecesores del homo sapiens y un hueso se transforma en una nave espacial suavemente atracando en una estación. Este fue un segundo golpe de brillantez, ya que capturó la ingravidez del espacio y una especie de cortejo arquetípico entre las naves espaciales. Al igual que con tantos otros aspectos de 2001: Una Odisea del Espacio, también ha sido parodiado sin cesar; los lectores más jóvenes pueden estar aún más familiarizados con la realizada a través de un episodio de 1994 de Los Simpson.

Lux Aeterna y Atmosphéres de Gyorgy Ligeti

El encaprichamiento cinematográfico de Kubrick con las piezas disonantes y monótonas de Ligeti comienza en el filme con Lux Aeterna, una misteriosa pieza coral atonal, que se utiliza cuando los científicos espaciales viajan en un triste trasatlántico lunar iluminado de color azul, alabando nerviosamente los rellenos de sus sándwiches pre envasados para distraerse del terror mortal. Aeterna de Ligeti o Atmosphères desafían la gravedad y esta última terminó apareciendo en su totalidad en la película. Sin embargo, a Ligeti todavía le molestaba el uso que se le dió; no sólo sin el permiso del compositor, sino que Gyorgy se sintió ofendido de que su trabajo fuera sacado de contexto y colocado cerca de Strauss. Si bien los sentimientos de Ligeti eran comprensibles, pudo haber sido una situación que justificaba el fin de los medios, ya que Kubrick aprovechó la oportunidad de exponer su trabajo y resultó muy beneficioso para ambos artistas.

 

Gayane Ballet Suite (Adagio) de Aram Khachaturian

¿Qué dirían Johann Strauss o el compositor soviético Aram Khachaturian si supieran que sus obras, con sus contextos de música romántica, llegarían a ser representadas como música de las estrellas en una película de ciencia ficción? Mientras que los puristas deben haber aborrecido que esta música de ballet efervescente se usara para mostrar al astronauta Frank Poole corriendo sobre una enorme rueda de hámster humano en calzoncillos blancos, una vez más, no podría ser más hermoso en este contexto, ilustrando la desconexión humana en la inmensidad del espacio y la vertiginosa anti gravedad de todo. En realidad, ese tipo de yuxtaposición salvaje habla de todo el legado que el 2001: Una Odisea del Espacio deja atrás. Kubrick podría haber cedido fácilmente ante la presión o cuestionamiento a su decisión de usar modernistas sin nombre y valses con artefactos voladores para subrayar su visión, pero el uso descarado de melodías clásicas ha convertido a esta gran película en un clásico de culto de todos los tiempos.

Como una anécdota personal de cómo ha influido en mí esta película y por ser yo un apasionado de la Astronomía, resulta que en el año 2008 faltaban tres meses para que mi señor padre falleciera por una terrible enfermedad y fue que ocurrió el primer eclipse lunar de ese año en la Ciudad de México. En una de mis visitas diarias que le hacía para cuidarlo, le comenté que estaba estaba decidido a tomar las mejores fotografías del fenómeno sideral. Así que desde una noche antes, preparé uno de mis telescopios, equipo de fotografía astronómica y mi mejor cámara digital.

La noche del fenómeno fue mágica; telescopio, equipos, tripes, cámara, mi equipo de sonido estereofónico reproduciendo música clásica y una copa de un buen Merlot chileno me transportaron a otra dimensión. Precisamente cuando llegó la fase máxima en el que la luna se pone de un color naranja casi rojizo, por casualidad la música de fondo que tocaba era el Danubio Azul de Strauss, e inmediatamente me acordé de 2001: Una Odisea del Espacio y mis ojos se llenaron de lágrimas al sentir la presencia del Creador y que yo era un instrumento para dar fe de lo grandioso de sus obras, retiré el ocular del telescopio de mis ojos y levante mi copa brindándole la noche como si yo fuera un torero y el Creador el juez de plaza en las mejores tardes de faena. En ese momento pude comprender aún más al genio de Stanley por tener el talento de conjuntar imágenes grandiosas con obras de música clásica. Al día siguiente que visité a mi papá y que ya estaba muy mal de la terrible enfermedad que terminó con su existencia terrenal, me preguntó por el eclipse y le comente que había tomado unas 300 fotos inspiradas por la música y el abrió sus ojos y me dijo: “Ah que m´hijo, pues a ver, tráeme algunas para darte mi opinión”. Le preparé un collage y se lo lleve el fin de semana siguiente impreso. Las vio y tal vez externo al final de su vida la frase que cerraba un circulo como fotógrafo que yo había comenzado a su lado en un prado de Tequisquiapan 30 y tantos años antes: “No cabe duda mi hijo, que eres ya un fregón para la fotografía, son mucho mejor que las de los periódicos. Estoy orgulloso de ti y todo lo que haces”. No sé si lo dijo para halagarme desde su sillón donde paso sus últimos meses de vida y mientras él veía extasiado las fotos, lo abracé fuerte y lloramos juntos, era febrero del 2008.

 

Regresando al tema central de esta colaboración; 2001: Una Odisea del Espacio; si bien su increíble guión y el uso pionero de efectos especiales siguen siendo su legado duradero, Kubrick ha sido muy elogiado por un uso innovador adicional. Asombrosamente, la mayoría de la música en la película aparece antes de la primera línea de diálogo o después de la línea final sin que se escuche música durante las escenas con diálogo, un método que depende en gran medida de la sustancia del sonido.

A pesar de no ser una partitura tradicional, la banda sonora de 2001: Una Odisea del Espacio sigue siendo uno de los álbumes de películas por excelencia que debería estar en todas las colecciones de los fans de partituras cinematográficas serias. Incluso los oyentes convencionales deberían experimentar la escucha de este álbum si aun no lo han hecho. Con una combinación perfecta de música preexistente y una cinematografía verdaderamente fantástica, Kubrick logró no sólo elevar su ambiciosa epopeya de ciencia ficción a proporciones verdaderamente magistrales, sino también desafiar las normas entonces vigentes de lo que podría ser una banda sonora tradicional de película.

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